"No es de extrañar que Jean-Louis Lebris de Kerouac sea conocido en nuestro hemisferio principalmente por sus novelas (el resto de su obra ha sido escasamente traducida). Éstas conforman, para muchos, el mayor aporte literario de este escritor, pero no fue el único. A través de ellas podemos conocer con minucioso detalle lo que se ha llamado el renacimiento de San Francisco, ese grupo de poetas que creía en una nueva forma de vida, más cercana a la naturaleza, más lejana a la ecuación producción-consumo, ecuación que tan pocas respuestas concedía a los jóvenes de la patria capitalista. Ginsberg, Ferlinghetti, Burroughs son algunos de los beatniks (raíz genética de los hippies) que deambulan por sus novelas1. En Los Vaganbundos del Dharma, Kerouac da cuenta de la espontaneidad poética de los beatniks, que en fiestas interminables, hacían lecturas de poesía, improvisadas como el jazz, embriagándose con vino y algo de marihuana, y desnudándose para bailar en rondas alrededor de fogatas. Pero no todo era fiesta, los pre-hippies eran más arriesgados que los hippies. Kerouac, como un monje errante del extremo oriente, casi un mendigo, se sumerge en la naturaleza y recorre la vida como si fuese un puente, sin construir una casa sobre ella".
Este es el comienzo del interesante artículo sobre los jaikus de Jack Kerouac firmado por Allan Meller en la Revista de Documentos Lingüísticos y Literarios de la Facultad de Filosofía y Humanidades (Universidad Austral de Chile). Si quieres seguir leyendo pincha aquí.
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